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martes, 22 de noviembre de 2016

El Monguer de la semana 6/11/16: Una alumna de un instituto de Loja

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Una alumna de un instituto de secundaria en Loja le ha lanzado a la cara un portátil a un profesor. La alumna estaba usando el móvil y el profesor, cumpliendo las reglas del centro, se lo quitó. La alumna sufrió un ataque de cólera de tal magnitud que agredió al profesor causándole una luxación por la que ha tenido que darse de baja. Su sanción ha sido una expulsión del centro de 28 días, que por otro lado es la máxima que contempla el reglamento del centro y de la mayoría de los centros de secundaria. La inspección educativa se está planteando cambiarla de centro. Se lo está planteando. Hasta aquí se puede llegar.

Me pregunto cómo sería la sanción si en lugar de una luxación hubiera sido una fractura. O una cicatriz o una lesión de por vida. Me lo pregunto porque, insisto, 28 días de expulsión es la sanción máxima. La sanción máxima por agredir físicamente a un profesor y causarle lesiones.

Pero para mí, no es este el verdadero trasfondo problemático de la noticia. Para mí el verdadero problema ha surgido (o resurgido) en mi mente al leer que la alumna se ha disculpado con el profesor. No porque piense que la disculpa es cierta o falsa, que puede ser de cualquier forma, sino por la constatación del hecho de que la alumna perdió completamente los papeles cuando le quitaron el móvil. Perdió el control de sí misma. Casi puede decirse que no fue culpable de su reacción, como no lo es el que entra en un estado de frenesí agresivo cuando le quitan la heroína a la que es adicto. Puede sonar muy tremendista, pero no lo diría si no fuera así realmente. 

Como profesor, he sido testigo varias veces de las reacciones de los adolescentes cuando se les priva del uso del móvil durante siquiera un día. Si no me creéis, comprobadlo vosotros mismos. Coged a cualquier adolescente, y dejadlo sin el móvil uno o dos días. Las reacciones, dependiendo de su educación, irán desde el nerviosismo, la insistente negociación y el llanto hasta el más increíble de los arranques agresivos. De verdad, no bromeo, haced la prueba si podéis. 

Es una verdadera pena observar a la población juvenil como adicta. No adicta como se dice de broma, no como cuando se dice que un aniño es adicto a la televisión o adicto a las chuches. Adictos de verdad, de los que pueden necesitar ayuda psicológica en el futuro. Y estoy hablando de la mayor parte de la población entre los 12 y los 18 años de edad. Ojalá me equivoque. Os lo dice alguien a quien sus alumnos le repiten cada año que prefieren que sus padres les peguen palizas a que les quiten el móvil. Dicho queda.

(Foto: casacuevarural.com)

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