CANCIÓN DEL NEFELIBATA
Mis pies se afanan, temerosos,
en buscar un suelo
en esta nube que me acompaña,
que me abriga con su agua.
Cerezas y kiwis se hacen rodajas
que caen como lágrimas
de este cielo púrpura
a un barco gigante
que se monta por piezas de plástico,
que se desmonta cuando vuelo a su lado,
que ruge y cruje y se queja
sobre el peso de sus propias paredes.
El pasillo es eterno,
el lobo está en el cuarto de baño
y la esquina de esa ciudad,
con su escaparate antiguo,
me espera una vez al mes
para ver girar los coches
y despegar los cohetes hacia Tokyo.
Hace falta una palmera de chocolate
y buscar un sitio para escondernos
y hacer el amor,
pero no hay ningún sitio vacío,
ningún sitio bajo estas nubes
que me contienen.
(Foto: infocatolica.com)
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