En principio, un thriller sobre un asesino en serie que mata siguiendo los siete pecados capitales no es precisamente un candidato firme a ser buena película. Sin embargo, hay directores que saben exprimir todo lo bueno que un género cinematográfico puede ofrecer. Es el caso de Seven y de su director, David Fincher, que en este filme debutaba como realizador, y que lo hizo, a mi entender, con gran éxito, habida cuenta de que fua la primera de una numerosa serie de películas que hoy en día sigue agrandándose.
En Seven, David Fincher dejó claro el que sería su sello personal: lo oscuro. Casi cualquiera de sus películas posteriores (La habitación del pánico, El club de la licha, Alien 3) tendría esa inconfundible y tremendamente opresiva atmósfera oscura, esa flata de luz y de esperanza que impregna todas sus historias, y que en Seven, quizá, está más presente que en ninguna otra. Seven es una película tremendamente deprimente, de principio a fin, que no ofrece ningún tipo de alegría ni confianza en un final feliz. No es, desde luego, un buen trago como película, pero es exactamente lo que se le pide a una historia como esta: cine negro, negrísimo.
Y además, fue una de las pocas veces que mi padre y yo fuimos solos al cine.
(Foto: arkhon-deathblackmetal.blogspot.com)
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