
A principios del pasado año 2017 se adelantó oficialmente la hora de comienzo de los debates en el Congreso de los Diputados a las 15:00 para evitar terminar demasiado tarde en ocasiones. La medida, supuestamente, se llevó a cabo para facilitar la conciliación de la vida laboral y la vida familiar de los Diputados.
El artículo 15 del reglamento del Congreso explica claramente que "los diputados tendrán el deber de asistir a las sesiones del pleno del Congreso y de las comisiones de que formen parte".
Cuando empieza una sesión de pleno en el Congreso, suena una alarma en todo el edificio para avisar a aquellos que, aún habiendo sido advertidos por este reglamento, no tengan conciencia de la hora que es, supongo yo.
EL martes pasado, después de sonar la alarma, solo 50 diputados (el 14% del total) se encontraba en el hemiciclo. Literalmente, había más diputados en la cafetería. Durante la primera hora de pleno, el único miembro de la bancada del gobierno era el ministro de Justicia, Rafael Catalá (supongo que estaría para coger apuntes para sus compis; habría sacado la pajita más corta). Una hora y media más tarde, aún solo había 84 diputados, es decir, el porcentaje de diputados trabajando había subido al 24%. Mientras hablaba cada diputado, los demás aprovechaban para contestar whatsapps, hablar con el compañero (si es que había alguien sentado al lado) o incluso salir de nuevo para tomar un café. A pesar de estar solo el 26% del total, la presidenta tuvo que llamar al orden dos veces por el ruido generado.
Albert Rivera y Pablo Iglesias llegaron con una hora de retraso. Rivera salió a las dos horas de entrar. Iglesias salió al menos cuatro veces. Del órgano rector del Parlamento, solo un miembro faltó durante la mayor parte de la sesión: el representante de Unidos Podemos. Poco antes de la votación, a las 20:00 horas, apareció la mayoría de los diputados. Alberto Garzón llegó más de una hora tarde y estuvo solo 60 minutos sentado. Íñigo Errejón apareció en el hemiciclo cinco horas tarde, justo en el momento de la votación. Gabriel Rufián apareció más de dos horas tarde, junto antes de su turno para hablar. Joan Tardá, apareció mucho después. Mariano Rajoy ni siquiera fue a votar.
Ciudadanos pedía abrir una comisión de investigación sobre los atentados yihadistas de Barcelona. Defendía la proposición el parlamentario Juan Carlos Girauta. No estaba presente. Hubo que llamarlo y esperar a que viniera.
A la hora fijada para la votación, las 19:30, había 172 diputados, el 49% del total (probablemente ya sabían que la votación iba a retrasarse). Al parecer, el ruido en el hemiciclo era tal que casi no se oía a la persona que estaba hablando en el estrado. Los únicos que estaban callados y asistiendo diligentemente eran 30 estudiantes universitarios que venían con su profesor a ver un pleno del Congreso. Puedo imaginarme claramente la impresión que se llevaron.
A las 19:45 comenzó la votación y entonces entraron la mayoría de los diputados. A las 20:05 ya no estaban en el hemiciclo ni los conserjes.
Los que estuvieron durante toda la sesión o casi toda fueron los siguientes: Adriana Lastra, Patxi López, José María Barreda y Rafael Simancas, del PSOE; Melisa Rodríguez, José Manuel Villegas, Miguel Gutiérrez, Toni Cantó, Marta Rivera y Marta Martín, de Ciudadanos; Irene Montero, Ione Belarra, Alberto Rodríguez y Diego Cañamero, de Unidos Podemos; Rafael Catalá, del PP. Seguramente habría algunos más que no he podido encontrar en las fuentes.
Ni siquiera se trata de que los diputados en su inmensa mayoria decidan faltar a casi la totalidad de un pleno al que pueden asistir o no pero al que deberían asistir simplemente por el hecho de que el pueblo les ha votado y elegido como representantes para que gobiernen. Es más que eso: es que están obligados a asistir, es que se están violando sistemáticamente (ya que esto ocurre con frecuencia en el Congreso), el reglamento de su propia institución, de aquella que conforman, del propio corazón democrático de España.
Tristemente, solo haría falta un control de asistencia como el que existe todos los organismos y centros públicos y privados de este país, solo una pequeña reducción de salario para aquellos que no asistieran o no fueran puntuales para que el hemiciclo estuviera lleno de principio a fin. Y lo peor de todo es que esta ignominia no obedece a ninguna ideología: desde el más reaccionario al más progresista, desde el trajeado hasta el de rastas, todos faltaron. Bueno casi todos; de hecho, el de las rastas, Alberto Rodríguez, fue uno de los pocos que estuvo durante todo el pleno: En fin.
Con todos ustedes, las señorías, los prohombres y las promujeres a las que el pueblo a votado para gobernar y regir su vida, sus anhelos, sus trabajos, sus viviendas, su felicidad, su futuro. Gente que prefiere estar en la cafetería o haciendo cualquier otra cosa antes que estar en su puesto de trabajo, debatiendo, decidiendo. Gobernando.
Y por cierto, no me cabe la menor duda de que el texto anterior no solo representa al pleno del pasado martes sino que representa a muchos más, quizá incluso es la tónica general. Como se suele decir, disfruten lo votado. Pero ojo, disfrutenlo todos, todos, de cualqueir partido. La foto que acompaña este post no es de dicho pleno, sino de una noticia del diario La República sobre una proposición de UPyD de 2014 sobre la necesidad de instaurar un sistema de control de asistencia en el congreso. A la vista está, cuatro años después, que no parece haber sido una prioridad para sus señorías. Qué curioso que esas mismas señorías estén tan preocupadas por el absentismo y la puntualidad en los organismos y centros públicos de trabajo. Sin más que añadir.
(foto: republica.com)
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