SIETE GRADOS SUR
El día nace demasiado pronto
y nadie va a trabajar de noche.
Los tímidos manglares
que asoman en la arena
recuerdan ahora el imperio perdido.
El agua y el viento
nutren la fruta
que nutre al mamífero
que nutre la arena
que nutre el mar.
La selva esmeralda
tiene un hueco en sus brazos
lleno de asfalto y cemento,
delicadamente esculpido,
arañando el cielo,
siempre con un sol,
que brilla hasta en la lluvia.
Lo que tantos reptiles buscan
se esconde en cada charco
sudado por las nubes,
y lo que tantos mamíferos anhelan
lo encuentra este primate
en el interior de un coco helado.
Aquí, donde el día nace primero,
después de caer rendido en mi país.
Aquí, en el Nuevo Mundo,
tan diferente de mi querido Viejo.
Aquí, donde el hielo no alcanza,
donde los árboles besan el estómago,
donde el mar se hace latitud
a siete grados sur.
(foto: proximarota.com.br)
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