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jueves, 4 de julio de 2019

Estos son mis principios, si no les gustan tengo otros 27/6/19: Mi perezosa fe

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En Community, que es para mí la serie de comedia más ingeniosa y aguda que ha existido, definían a los agnósticos como ateos perezosos. En parte tenían cómicamente razón. La pereza es uno de los atributos que me define, o más bien la lucha contra ella (supongo y espero que como a la mayoría de las personas). Bromas aparte, en mi caso, como en el de muchas personas de mi generación crecimos en un ambiente más o menos inundado por la cultura cristiana católica. En mi opinión, muchos de los que comenzamos abrazando una fe católica en nuestra etapa infantil nos pasamos al ateísmo durante la adolescencia. Ojo, no estoy diciendo que el camino lógico en la madurez de una persona sea abandonar sus creencias religiosas y volverse ateo; mi percepción es más bien que aquellos que fuimos transitando por el sendero del escepticismo, y quizá aún más aquellos que nos fuimos llenando la cabeza de ciencia (aunque de esto último no estoy nada seguro) fuimos madurando de esa forma concreta. 

Posteriormente, me da la sensación, y en parte pude comprobar que unos pocos de los que habiamos abrazado la fe atea (después desarrollaré este concepto) nos fuimos quedando en un espacio más o menos equidistante que, para nuestro regocijo, un día descubrimos que se llamaba "agnosticismo". Ojo, una vez más, no pretendo señalar que el camino de la madurez de un ateo debe culminar necesariemente en el agnosticismo, no me considero tan pretencioso como para localizarme a mí mismo en el pináculo de la evolución filosófica humana, ni muchísimo menos. Pero sí es verdad que todos los agnósticos que conozco han pasado por una etapa religiosa seguida de otra atea.

En cualquier caso, me situé en este lado del espectro porque llegué a varias conclusiones a lo largo de mi vida en este sentido:

1 - Pensé que la fe religiosa era, en la práctica, un modo de manipular a la gente.
2 - Pensé que yo era más maduro o más culto solo por el hecho de haberme convertido en ateo.
3 - Pensé que los que creían realmente expresaban una "necesidad de creer".
4 - Estudié, aprendí y pensé mucho sobre ciencia. Aún lo hago cada día (las tres cosas).
5 - Descubrí que existía una enorme diferencia entre los conceptos de "religión" y "fe".
6 - Descubrí que una gran parte de los ateos, para mi sorpresa, no reparan en esa diferencia, por muy cultos que crean ser.
7 - Llegué a la conclusión de que, al refinar el concepto de fe o de espiritualidad y desproverlo de todos los adornos añadidos por la sociedad y por la historia humanas, lo que queda es una idea muy simple, que notiene forma de ser rechazada: lo que la ciencia puede fácilmente rechazar es la mayoría de estos adornos. Por tanto, la idea de fe (o de espiritualidad) refinada hasta una idea filosófica o una creencia sobre una divinidad, existencia eterna o eventos que la ciencia no pueda explicar, es tan filosóficamente válida como el rechazo a estas posibilidades.

Así, por un lado veía que la fe podía caer en la trampa de confundir "creer" con "querer creer", pero eso no significa que todas las personas con fe,, ni siquiera la mayoría, cometa ese autoengaño. Por otro lado, veía que los ateos se basaban en todos los hechos científicos para demostrar el supuesto error de la fe hasta punto que esos mismos hechos científicos no podían garantizar, ya que, a mi entender, esa idea "primordial" de la fe de la que hablaba antes no está sujeta al conocimiento científico; es un conocimiento del tipo "debe haber más universos aparte del nuestro, pero nunca seremos capaces de conocerlos", es decir, el hecho de que no podamos conocerlo ni experimentarlo no significa necesariamente que algo no exista. Por lo tanto lo incognoscible (toma ya palabra) no puede ser rechazado como posibilidad, y la afirmación sobre su existencia o inexistencia no podrá ser argumentada en base a hechos científicos. Como desgraciadamente carezco de la experiencia espiritual necesaria para tener fe religiosa, la única posición lógica para mí es la equidistancia del agnosticismo.

Por tanto, yo pienso que ser creyente o ateo exige en ambos casos un grado de fe que yo no puedo tener, es decir no existe, para mí, ningún argumento que pueda probar que los creyentes o los ateos están en lo cierto. Y por eso soy un agnóstico convencido, es decir, un ateo perezoso.


(Foto: YouTube.com)

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