Hoy os traigo un ensayo que escribí en una columna de un blog de un grandísimo amigo mío, José Pedro Martín, hace ya un par de años, aunque parece ser que aún no ha quedado obsoleto.
EL VALOR DE LO IMPROBABLE
La situación actual, toda la coyuntura que nos envuelve, está llevando últimamente a los españoles a una realidad nueva, complicada, peligrosa, cambiante. Las reglas que han regido nuestra vida parecen estar acabándose, y la seguridad bajo nuestros pies se tambalea ya no mensualmente, sino que en ocasiones diariamente. En este remolino de sentimientos negativos, desesperanzas e incertidumbres, todas las miradas parecen dirigirse hacia el suelo, todas las palabras llevan miedo y odio, y todas las imágenes son penosas.
Sin embargo, en la caja de Pandora, abierta de par en par, queda algo, algo en el fondo, escondido entre las sombras de madera, un pequeño animalillo aleteando, queriendo salir, deseando que lo encuentren. Ese animalillo es lo Improbable. Lo Improbable lleva al mundo hacia delante; lo Improbable nos hace caminar cada día, respirar, desear, construir. Vivir.
Tristemente, a veces sentimos que solo nos queda eso, confiar en lo Improbable, porque lo Probable se ha tornado oscuro, lacerante, dañino. Pero lo mejor del libro no son sus doscientas páginas, sino las dos últimas; lo Improbable es lo que hace que todo lo demás tenga sentido; son las lágrimas de la risa, los segundos del clímax, el pellizco de pimentón. Y, si no entendemos que ese pequeño animalillo domina nuestra vida, entonces es que no recordamos que lo Improbable es que nos toque la lotería este año, lo Improbable es que pasemos el día siendo felices, lo Improbable es que vivamos eternamente. Y sin embargo, vivimos y actuamos como si lo Improbable fuera una certeza. Y eso es, ni más ni menos, que porque ese pequeño animalillo que tiembla en el fondo de la caja es la esperanza.
(foto: saludcronica.com)
(foto: saludcronica.com)
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