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lunes, 9 de marzo de 2015

Lord of the selfies 6/3/15: Nacer


Aquí os pongo el texto de esta semana, uno sobre la Navidad que me publicaron en una revista recientemente... ¡Espero que os guste!

NACER

Nacer es empezar a morir, decía Theophile Gautier. La Navidad está concebida en torno al concepto del nacimiento, se celebra un nacimiento que ocurrió entre Septiembre y Octubre. Pero no importa. Se celebra el Sol Invicto, celebración pagana en conmemoración del solsticio de invierno. Pero no importa. Nada de eso importa, porque nada de eso se celebra realmente.
Se celebran las manos enguantadas que tocan espaldas de lana, se celebran alientos blancos que acarician otros labios y se esconden en otras bocas. Se celebran sonrisas secas de hielo que se abren para el marisco y el champagne. Se celebra la risa y la discusión. Se celebra todo y nada.
En Navidad, vivimos entre el humo y la luz. El humo de las castañas, de los pulmones, de los cigarros, de las duchas. La luz de las cornisas, de los caramelos, de los dientes. De las lágrimas.
Yo soy un hombre sureño, que vive al Sur del Sur, y mi invierno es muy corto. Solo la Navidad y sus aledaños son fríos. Solo la Navidad contiene cuellos vueltos, coderas cosidas a la pana, bufandas que tocan la cintura y no dejan mirar hacia abajo. A veces, se intuye la posibilidad de un gorro de lana. Las orejeras son leyenda.
Recuerdo muy bien la primera vez que toqué la nieve. En la carretera que llevaba al Norte, cada vez se acumulaba más blanco, y todas las piedras quedaban poco a poco escondidas, y todo lo anguloso se volvía suave a la vista, calmado, silenciosamente limpio, sonriendo plácidamente, soñando bajo el hielo. Y la nieve en mis manos era mucho más fría y húmeda de lo que esperaba, pero daba igual, era mía, besaba mis manos enrojecidas, aceptaba a regañadientes mis pasos con un dulce crujido. Yo acababa de cumplir 27 años.
Pero, a pesar de que mi Navidad es sin nieve, la Navidad necesita que los copos caigan sobre las cabezas. La Navidad necesita que los calcetines piquen. La Navidad necesita que los cuerpos moldeen las capas de ropa que moldean a los cuerpos. La Navidad necesita un fuego consumiendo madera y ojos atónitos.
La Navidad nos necesita a nosotros, porque nosotros somos ella. Hay muchas cajas, y muchos árboles de plástico, y muchos muñecos animatrónicos, pero no son más que prendas de ropa sobre la piel a la que sirven, son capas negras y marrones que protegen al amarillo de la castaña, es la cerámica que recubre al consomé caliente, es el tenedor extraño que usamos con una sonrisa compartida con alguien precioso. Y están muy bien. A mí me gustan mucho las cajas y lo que hay dentro, me gustan muhco los árboles de plástico, y más aún los de verdad, me divierten mucho los muñecos animatrónicos. Todos ellos me ayudan mucho. No son yo. Y por eso, simplemente me ayudan a olvidarme de mí durante un rato.
¿Cómo puede no ser bueno el frío, si nos impele a abrazarnos y darnos calor? ¿Cómo puede no ser bueno el dinero, si nos hace explorar nuestros límites en sentidos inesperados? ¿Cómo puede no ser bueno tragarse doce uvas casi sin tiempo para respirar? ¿Es que acaso el beso más intenso que hemos sentido puede ser mejor para nuestra boca que lo que se esconde dentro de la pata de un cangrejo?
Nacer no es empezar a morir, Monseiur Gautier. Nacer es empezar a empezar. Para los que hemos nacido en invierno, nacer es la promesa de tener un armario lleno de bufandas. Tengo 35 años y 35 bufandas en mi armario. Y cada Navidad intento usarlas todas. Nacer solo es empezar a morir si no te gusta el chocolate.

(Foto: rsxxi.com)

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