Aquí os pongo el texto de esta semana, uno sobre la Navidad que me publicaron en una revista recientemente... ¡Espero que os guste!
NACER
Nacer es
empezar a morir, decía Theophile Gautier. La Navidad está concebida en torno al concepto del
nacimiento, se celebra un nacimiento que ocurrió entre Septiembre y Octubre.
Pero no importa. Se celebra el Sol Invicto, celebración pagana en conmemoración
del solsticio de invierno. Pero no importa. Nada de eso importa, porque nada de
eso se celebra realmente.
Se celebran
las manos enguantadas que tocan espaldas de lana, se celebran alientos blancos
que acarician otros labios y se esconden en otras bocas. Se celebran sonrisas
secas de hielo que se abren para el marisco y el champagne. Se celebra la risa
y la discusión. Se celebra todo y nada.
En Navidad,
vivimos entre el humo y la luz. El humo de las castañas, de los pulmones, de
los cigarros, de las duchas. La luz de las cornisas, de los caramelos, de los
dientes. De las lágrimas.
Yo soy un
hombre sureño, que vive al Sur del Sur, y mi invierno es muy corto. Solo la Navidad y sus aledaños son
fríos. Solo la Navidad
contiene cuellos vueltos, coderas cosidas a la pana, bufandas que tocan la
cintura y no dejan mirar hacia abajo. A veces, se intuye la posibilidad de un
gorro de lana. Las orejeras son leyenda.
Recuerdo muy
bien la primera vez que toqué la nieve. En la carretera que llevaba al Norte,
cada vez se acumulaba más blanco, y todas las piedras quedaban poco a poco
escondidas, y todo lo anguloso se volvía suave a la vista, calmado,
silenciosamente limpio, sonriendo plácidamente, soñando bajo el hielo. Y la
nieve en mis manos era mucho más fría y húmeda de lo que esperaba, pero daba
igual, era mía, besaba mis manos enrojecidas, aceptaba a regañadientes mis
pasos con un dulce crujido. Yo acababa de cumplir 27 años.
Pero, a pesar
de que mi Navidad es sin nieve, la
Navidad necesita que los copos caigan sobre las cabezas. La Navidad necesita que los
calcetines piquen. La Navidad
necesita que los cuerpos moldeen las capas de ropa que moldean a los cuerpos. La Navidad necesita un fuego
consumiendo madera y ojos atónitos.
¿Cómo puede no
ser bueno el frío, si nos impele a abrazarnos y darnos calor? ¿Cómo puede no
ser bueno el dinero, si nos hace explorar nuestros límites en sentidos
inesperados? ¿Cómo puede no ser bueno tragarse doce uvas casi sin tiempo para
respirar? ¿Es que acaso el beso más intenso que hemos sentido puede ser mejor
para nuestra boca que lo que se esconde dentro de la pata de un cangrejo?
Nacer no es
empezar a morir, Monseiur Gautier. Nacer es empezar a empezar. Para los que
hemos nacido en invierno, nacer es la promesa de tener un armario lleno de
bufandas. Tengo 35 años y 35 bufandas en mi armario. Y cada Navidad intento
usarlas todas. Nacer solo es empezar a morir si no te gusta el chocolate.
(Foto: rsxxi.com)
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