Pocos, muy pocos lugares recuerdo con tanta felicidad como el mercado de Cádiz. Pasear entre los puestos de "bienmesabe", atún y calamar, admirar boquiabierto con mi hermano Pablo una enorme cabeza de pez-espada, escuchar los gritos de los vendedores, puro arte y poesía andaluza, y respirar el aroma a puerto de su interior, es algo que no puede olvidarse... sobre todo porque, siempre que vuelvo a Cádiz, no considero completa la visita si no me paseo por los puestos de pescado inhalando profundamente la esencia del mar... solo allí y quizá en un par de lugares más, puedo cerrar los ojos y sentirme verdaderamente libre, verdaderamente niño, verdaderamente yo.
Y si, antes de entrar en el mercado, he comprado una bolsita con seis higos chumbos que me voy a ir comiendo por la calle... entonces, de verdad, todas mis heridas quedan sanadas al instante.
(Foto: minube.com)
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