Sí, casi con toda seguridad, Guillermo Zapata es una gran persona. Sí, casi con toda seguridad,. tiene madera de político, y habría sido un gestor magnífico como Concejal de Cultura del Ayuntamiento de Madrid. Lo creo porque soy votante de PODEMOS y porque confío en que alguien como Manuela Carmena solo depositaría su confianza en alguien así.
Sí, ha sido víctima de una ansiosa y malintencionada búsqueda de trapos sucios por parte de la derecha para desacreditarlo. Sí, es algo indigno y que no merece alguien que nunca ha estado metido en la corrupción como sí lo han estado muchos políticos que aún están disfrutando de sus cargos.
Y sí, la culpa es suya. Es suya porque, para mí, un político debe estar limpio de cualquier tipo de acto presente o pasado que arroje un mínimo de indignidad sobre su persona y sobre su aptitud para ser un ejemplo de ciudadanía, talento, trabajo duro, altruismo, compromiso y respeto. Y a Guillermo Zapata le ha faltado esto último. Y, para mí, esto es imperdonable en un grupo político como PODEMOS, que aspira a ser lo que hasta ahora ninguno ha sido: un partido limpio de verdad, con personas respetables y éticas.
Entiendo perfectamente que sus tweets pueden fácilmente ser sacados de contexto, como toda declaración que se hace en público, y que fueron hechas mucho antes de que a Guillermo Zapata se le pasara siquiera por la cabeza la posibilidad de ser Concejal de Cultura. Pero, por mucho que me duela admitirlo, no son eximentes de su error. Y su error fue, hace 4 años, ponerse a hacer chistecitos de humor negro, no, negrísimo, sobre judíos reducidos a cenizas en los campos de concentración nazis y víctimas del terrorismo de ETA a las que les faltan extremidades. Y eso no es admisible, haya ocurrido cuando haya ocurrido. El humor negro puede ser una burrada que tenga cabida en una conversación entre amigos un poco puestos en un bar una noche. Pero no en una red social, a la vista potencial de millones de personas, incluídos aquellos que son objetos de la burla. Y Guilermo Zapata debería haberlo entendido cuando entró en política, y debería haber supuesto que iban a rebuscar hasta la última posible brizna de comportamiento inmoral en su pasado, y lo más importante de todo, debería habérselo advertido a Carmena cuando ésta le ofreció formar parte de su gabinete.
Y es que este caso es perfecto para ilustrar algo sobre lo que ya tengo puesto el ojo hace tiempo: la gente está, desde hace años, acostumbrándose a utilizar las redes sociales como foro en el que verter sin control cualquier tipo de declaraciones, sin importar lo ofensivas o repugnantes que sean, como si fueran, en realidad, esas conversaciones de bar.
Pero, Guillermo, resulta que una red social no es un grupo de amiguetes. Es una plataforma de comunicación que llega a todos los rincones del mundo y en donde nuestras opiniones pueden ser vistas, valoradas y sufridas por cualquiera. Y cuando hablamos de "sufrir por una declaración de otra persona", para mí aquí encuentra su límite la libertad de expresión. A mí no me van a convencer nunca con esa patraña tan de moda: la libertad de expresión es un derecho fundamental de los ciudadanos de una democracia, pero no es más fundamental que el derecho de dichos ciudadanos a no ser heridos; éste para mí es un derecho más importante. Jamás puede la libertad de expresión amparar la burla del dolor ajeno. Jamás. Y el que piensa lo contrario, es porque nunca ha sido insultado de esa manera.
Guillermo Zapata debe dejar su cargo, como así ha hecho, para dar ejemplo de lo que debe ser el comportamiento intachable de un político. Y sí, muchos políticos hacen cosas mucho peores y no dimiten: corrupción, declaraciones más ofensivas, especulación a muchos niveles... Pero eso no justifica aquello de lo que estamos hablando ahora. Si alguien atropella a otra persona y se da a la fuga, debe recibir su castigo. Y si yo conduzco más rápido de lo que marca el límite en la carretera, también debo recibir mi castigo, aunque mi actitud sea mucho menos reprobable, y aunque haya por ahí gente que atropelle, se dé a la fuga y no sea condenada.
Los errores ajenos no castigados no justifican evitar el castigo por nuestros propios errores.
(Foto: eldiario.es)
No hay comentarios:
Publicar un comentario