En los últimos días se ha hablado mucho del PSOE, de sus representantes, de sus afiliados y de sus votantes. Y no era para menos: el propio partido se volvió contra su secretario general, contra su partido, y pareció, por más de un momento, que muchos miembros de la cúpula del partido preferían verse perdiendo las posibilidades de gobernar y viendo gobernar a la derecha, con tal de imposibilitar un mínimo atisbo de acuerdo con los nacionalistas y, sobre todo, con Podemos. En resumen, para ellos Podemos es peor que el PP, y Pablo Iglesias es más peligroso que Rajoy.
Les doy la razón. Pablo Iglesias es mucho más peligroso que Rajoy. Mucho más peligroso para sus dietas de alojamientos que cobran aunque no las necesiten, peligroso para las pensiones vitalicias que se están trabajando con tanto ahínco, peligroso para sus coches oficiales innecesarios, para sus viajes indemostrables, para sus tarjetas black, para sus puertas giratorias, para sus acuerdos secretos con los empresarios.
Pablo Iglesias es un político demagogo, agresivo, chulesco, a veces prepotente, y ha cometido varios errores en el último año, algunos de ellos graves. Pero no es un corrupto, no es amigo de los privilegios de la clase política, no es el líder de un partido imputado en conjunto por corrupción. Nunca ha borrado discos duros antes de una investigación ni ha sido responsable de ello. Tampoco es responsable de la precariedad laboral de nuestro país, de la pobreza energética, de las colas en los bancos de alimentos, de los pensionistas que se van a quedar sin pensión muy pronto.
Y ese es, para mí, el problema. Que la militancia y la cúpula del PSOE están más lejos que nunca. Que la militancia está más cerca de Podemos y la cúpula más cerca del PP. Por eso alguien como Fernández Vara dijo que dejaría el partido si se pactaba con Podemos, pero está calladito y tranquilito habiendo facilitado una legislatura más de derechas.
Lo peor que puede hacer alguien que se define de izquierdas es preferir al adversario antes que al que lucha por los mismo ideales con matices diferentes. Porque entonces está claro que lo que queríamos desde un principio no era luchas por nuestros ideales. Y en esta trampa también ha caído Podemos.
(Imagen: mundodeportivo.es)
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